Semana nº4 - Verde que te quiero verde

Cada vez que abro un aguacate (palta, para mí), siento que estoy abriendo un tesoro. La forma del aguacate encaja perfectamente entre mis manos, ocupando el espacio que queda entre ellas, en posición de rezo. Su piel, a pesar de su rugosidad, no parece querer defenderse del exterior, sino que más bien aparenta ser la consecuencia de una existencia dura y sufrida. Nunca adivinarías, la primera vez que vieras este fruto casi negro, tosco y arrugado, que por dentro se esconde una paleta de verdes electrificantes que te dejan absorto con solo mirarlo. Su carne, de textura suave y suntuosa, y a la vez de sabor delicado, no invade la boca, sino que la llena de verde. Es una fruta que me trae alegría desde que la abro hasta que la como.

Este fruto me hace pensar en cuántas veces juzgamos una situación, una persona o un proyecto antes de tiempo, y dejamos de regarlo, de ponerle energía, pensando que nada bueno puede salir de ahí. Sin embargo, es el cariño, justamente dedicado y constante, el que tiene el poder de transformarlo todo. Esas son virtudes que solo el AMOR puede lograr. Y al final, lo que realmente importa no es tanto a qué le ponemos energía, sino cómo lo hacemos. El amor se encargará del resto. Si lo que nos ilusiona es tejer, entonces, a tejer; si es cuidar plantas, pues a dedicarnos a ellas. No todos los proyectos o planes tienen que ser grandilocuentes y perfectamente diagramados. No digo que un poco de organización y visión no sean importantes, pero no lo son todo. El movimiento es clave para que los cambios sucedan, aunque sean pasitos minúsculos. Lo importante es mantener la misma dirección.


"Comienza a tejer y Dios te dará el hilo."

- PROVERBIO ALEMÁN

Hablando de movimiento, si hay un lugar en el mundo (que yo conozca) que es pura vitalidad y energía, ese es México, desde sus colores saturados hasta sus sabores intensos. Su música de fiesta, su alegría y su forma de hacerte sentir como en CASA. La frase que te repiten dondequiera que vayas en México es: "Mi casa es tu casa", y es tal cual, así es como uno se siente. Su cultura, bañada en tantas riquezas increíbles, no hace más que aumentar mis ganas de seguir conociéndola y disfrutándola. México ocupa un lugar especial en mi corazón por múltiples motivos.

Y cuando tengo morriña de México, el aguacate me transporta por unos milisegundos mientras lo disfruto. Es una fruta de la que no me canso y que podría comer todos los días. A veces, con solo un poquito de sal encima de la mitad cortada, es más que suficiente para disfrutarla. La misma cáscara se convierte en un cuenco, usando solo una cuchara para el festín.

Si quiero hacer algo más elaborado, elijo un buen pan (gracias a la influencia de mi amigo Juan, que me introdujo en los panes de masa madre), corto una rodaja, la unto con puré de aguacate, añado unas rodajitas de tomate cherry, un chorrito de aceite de oliva y unos granitos de sal marina... ¡y voilà! Una exquisitez en segundos.

Adivinen qué... ¡me olvidé de poner las hojas de cilantro en la foto! ¡Ups!, ¡tendré que hacer más guacamole!, ni modo…

Y si estamos de festejo o simplemente porque sí (¿quién necesita una excusa para comer algo tan rico y sano?), hacemos GUACAMOLE. ¡Ahhh, bendita receta! Son de esas que son simples y que rara vez habrá alguien a quien no le guste. Por supuesto, hay mil formas de hacerla y variaciones en los ingredientes. Yo me quedo con esta receta. Para mí, el cilantro es un must; lleva el guacamole a otro nivel. Mi pequeño de julio es un adicto al guacamole, es la única forma en que acepta comer cebolla. Se nota que está llegando la primavera, y los colores empiezan a filtrarse en la cocina y en el espíritu.

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Semana nº3 - Pedacitos de sol